Cerrarse puertas
El temor a cerrarse puertas es algo que empieza a inculcarse bien temprano y termina con las matriculaciones universitarias en ADE y carreras dobles-bilingües a reventar. Algo parecido ocurre en el periodismo cuando se aceptan condiciones de miseria para ir metiendo la cabeza. Da pena ver que personas competentes y con varios miles de seguidores en Twitter no tienen recursos económicos suficientes para alquilar un piso. Pero bueno, al menos los colegas del barrio sabrán su nombre.
Ahora que llevo unos meses colocando artículos me he dado cuenta de que en gran cantidad de ocasiones la principal barrera no es la calidad del contenido, sino la mala comunicación de los medios de comunicación, valga la redundancia.
La otra, por supuesto, el dinero. Por eso mismo, dar las gracias a uno de los mejores fotoperiodistas de España me parece necesario, aunque sea obsceno no hacerlo por su reconocido trabajo. De no ser por Santi Palacios hubiera perdido un poco más de fe en este oficio, y varios cientos de euros.
Google dice que el 11 de mayo leí la declaración de Palacios, en un reportaje de Gervasio Sánchez sobre las condiciones de algunos de los mejores fotoperiodistas españoles en los primeros meses del confinamiento. Ni ingresos, ni acceso a hospitales, ni respuestas de los medios a las propuestas enviadas por e-mail.
Un mensaje tan real como duro, teniendo en cuenta que son profesionales de la talla de Ricardo García Vilanova, Andoni Lubaki o Manu Brabo. Al leer eso, uno que lleva muy poco tiempo intentando ganarse la vida como freelance ve el cielo oscuro, pero escampando. Agradece, que no es poco, reescribiría Cuerda.
Así que seamos sinceros, da menos reparo insistir una tercera vez para colocar un reportaje en un medio extranjero viendo la situación de algunos de los fotógrafos más respetados en la profesión.
Finalmente, a la cuarta fue la vencida y la editora de este medio con nombre de (ex) delantera merengue se disculpó por la demora, sugirió un cambio de titular y fijó su tarifa. Días más tarde, recibí la confirmación de que estaba listo para subirse: “Está en carpeta. Cuando tengamos tiempo lo montamos”.
*Nota mental para tímidos como yo: insistir parece que funciona*
Lo siguiente fue extraño teniendo en cuenta la imagen que se proyecta en España de la prensa internacional: un aviso de no publicación varias semanas después por “problemas de comunicación entre los distintos editores” y nada más. El vacío.
Pasó un mes, empecé a trabajar en Vitoria y tuve que volver a Zizur por un funeral. Con la lengua fuera y sin poder entrar por el aforo recordé las palabras de Santi Palacios:
“Somos culpables por haber aceptado tarifas vergonzosas y carecer de valentía para decir que no queremos trabajar con esas condiciones, aunque eso signifique cerrarse las puertas”.
En aquel momento, el mismo freno mental que me había impedido insistir meses atrás y me había bloqueado para demandar las explicaciones de la cancelación se rompió.
El dinero importa, pero la precariedad va mucho más allá de lo económico. A la facultad venían periodistas a decirnos que no aceptáramos publicar gratis “a cambio de visibilidad”. En mi breve experiencia lo más común ha sido la falta de respuesta. Ese es el valor que se da, en muchas ocasiones, al trabajo de un reportero que ha tenido que viajar, invertir recursos y tiempo, editar el texto y elaborar material audiovisual.
No sé si por la ayuda divina a las puertas de la iglesia o la vergüenza de una mala praxis, pero antes de ayer recibí un nuevo ingreso en la cuenta por una pieza que, al menos en ese país, no se va a publicar. Y, sinceramente, no sé qué sentir. No exigí dinero en ningún momento, tan solo una explicación y un mínimo de respeto.
¿Una puerta cerrada? Un peldaño más de dignidad
Aunque seguramente no lo leas, gracias, Santi.
PS: Gracias también a todos los medios y periodistas que dedican un minuto a responder las propuestas que reciben.